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Where the Love Moves the Stones, Macao
Yo solo soy un joven mortal, una sombra, un recuerdo... un libro cerrado que se perderá... en el Cementerio de los Libros Olvidados... como tantos otros que se perdieron tiempo atrás. ¿Y qué podemos hacer? Nada. Intentar que en cada palabra, en cada página de ese libro, esté una parte de nosotros. En una los recuerdos, en otra los sentimientos, los sueños, los pensamientos... así, hasta formar un gran libro forrado de piel... Pero no, no soy un libro que todos puedan leer, ni mucho menos... Eso sería muy fácil. Tampoco creo que a todos le interese el mismo tipo de libro... y por supuesto, el mío no sería gran cosa. No, sería un libro que elegiría al lector, y no al revés. Un libro capaz de enseñar, y a la vez aprender, para nunca dejar de crecer. Un libro. Pero cuidado, no te empeñes en abrirme, porque entonces, solo encontrarás venas, órganos y víceras. No, así nunca llegarás a leer mi libro uardado en el ático de mi alma. Ten paciencia, y yo solo me abriré ante ti.

viernes, 27 de marzo de 2009



Con el tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre amar y encadenar el alma. Que el amor no significa acostarse, que los besos no son contratos y los regalos no son promesas.


Aprendes que las palabras dichas en un momento de ira, pueden seguir lastimando a quien heriste toda la vida, que disculpar lo hace cualquiera pero perdonar es de almas grandes. Con el tiempo aprendes que perdonar o pedir perdón, decir que amas, que le extrañas, que le necesitas cuando ya se ha ido... No tiene ningún sentido.





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